La Traición.

Miércoles Santo, conocido como “el Día de la Traición”

En estos días, un amigo me preguntaba acerca de la acción de traicionar a alguna persona, y se refería específicamente, al caso de la traición de Judas Iscariote a Jesús, por 30 monedas de plata. Juzgar una traición desde la perspectiva del acto en sí, quizás sea muy osado, sin tener en cuenta el marco en el cual se da la misma.

Ciertamente, no es posible traicionar a un amigo. Es muy ruin, y lo es más aún, cuando se traiciona a la pareja "amada". Sin embargo, cada caso habría que estudiarlo con lupa, para llegar a una conclusión del porque del acto, pero siempre tomando en cuenta la acción del perdón.

Puedo decir personalmente, que he pasado por esta situación, y cargo con las consecuencias de mis actos, tal como el rey David lo hizo, según lo que Dios le estableció. Y es por ello que, lejos de ser como David, he asumido mis consecuencias y las llevo con mucha paciencia, a pesar de no recibir el perdón deseado.

Hay muchos que podrían decir, respecto a la traición de Judas: si no hubiese sido así, entonces ¿como hubiese Jesús llevado a cabo el plan de redención establecido por Dios? Pienso que Dios hubiese dejado el libre albedrío de los actos de los sacerdotes de su tiempo, ya que ellos estaban empeñados en lograr su cometido: matar a Jesús. Sin embargo, cualquier otro lo hubiese podido hacer, y no del circulo íntimo de Jesús. 

La confianza en el otro es vital para mantener las relaciones bien llevadas y muy operativas. Debe prevalecer ante cualquier cosa, pero somos seres humanos, y en muchos de los casos, actúa un elemento con el cual no contamos pero que nos domina plenamente: el miedo. 

Éste nos hace realizar cosas insospechadas por cada uno de nosotros. Hay veces que actuamos y no nos conocemos, cuando permitimos que el miedo domine nuestras vidas. Los gobiernos actúan bajo la acción del miedo, para lograr el control social, e incluso me he atrevido a decir que las iglesias también lo utilizan para controlar a sus miembros y llevarlos por el camino sus líderes desean. Desde chicos nos han inculcado el castigo de Dios (al menos los que vivimos bajo alguna religión) y eso nos lleva a que nuestras vidas sean controladas desde la perspectiva del miedo. Así, uno de estos aspectos del miedo, llega a ser la traición. 

En ocasiones, quizás vivimos situaciones que ya nos cansan, o que no deseamos seguir viviendo, pero por el miedo a hablar, a que seamos rechazados por la sociedad, por los amigos, por nuestro entorno familiar cercano (pareja, hijos, padres, etc), acudimos a la traición, pensando que no va a ocasionar consecuencias en las relaciones personales. Y una vez que se sucede, y es descubierta, podemos decir: ¿por que no fui sincero y dije la verdad? Y la respuesta en muchos casos es "por el miedo".

Avancemos en nuestra vida, superando el miedo. Hay muchas cosas que afrontar. No somos perfectos, aunque podemos ir en camino a la perfección. Hay veces que el amor de pareja se deteriora y no es posible continuar: pues es mejor hablar y dejar todo antes de traicionar. En otras ocasiones, la necesidad económica por alguna carencia, pues esa traición es muy negativa, ya que genera mayor desconfianza y la ausencia de restaurar los canales de comunicación entre socios o compañeros de labores.

No pensemos tan ligeramente en el juicio, porque siempre habrán jueces que dicten sentencia, sin conocer bien del caso a juzgar. Solo mantengamos la necesidad de no traicionar a quienes nos rodean y con quienes compartimos nuestra vida.

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